El amor ha sido una palabra mal empleada por los
hombres de todas las épocas. Creemos que existen varios tipos de amor: de
madre, de hijo, de esposo, de hermanos, de novios, etc. Sin embargo, este amor
tiene un común denominador: para poder amar uno espera ser amado con el
pretexto de que hay que aprender a hacerlo, y una vez aprendido se da por hecho
que “debemos” amar a los demás. Pero este amor tiene una característica,
siempre se espera de alguien. Y decimos, ¿cómo voy a dar amor si nunca lo he recibido?
Una forma muy empírica y humana de sentir y ver al amor. Y en esto el hombre se
pierde, entre el dar y esperar, luego entonces como no llega, tampoco se
espera, llegando así la frustración y amargura, de la que está colmada el
sentir del hombre de este tiempo.
Jesús representa el estándar más alto del amor. Sus
palabras, “hay más dicha en dar que en recibir” (Hechos 20: 35, NVI), nos pone
un ejemplo más allá de lo que podemos pensar que es el amor. Para empezar
creemos que el amor es un sentimiento o una emoción relacionada con el corazón.
El ejemplo y palabras de Jesús no hacen alusión a poner en el centro de la
atención a emociones o sentimientos. Esto no quiere decir que Jesús nunca se
emocionó pues la biblia dice que el celo le consumió por la casa de su Padre
(Juan 2: 15-17), lloró por Lázaro (Juan 11: 33-35), reprendió a sus discípulos
(Marcos 14: 37-41), se angustió (Lucas 22: 42-44), etc. El ejemplo de Jesús va
más allá de emocionarse, tiene que ver con la voluntad que nace de tomar
decisiones que agradan a Dios. Pablo decía a Timoteo “cuídate de ti mismo” (1
Timoteo 4: 16), es decir, cuida tu corazón porque “nada hay tan engañoso como
el corazón” (Jeremías 17: 9).
El amor ha sido pervertido por el corazón humano a
través de muchos siglos. ¿La razón? Hemos puesto al amor en un lugar engañoso:
el corazón humano. Entonces, ¿cuál es el amor que agrada a Dios?
Para empezar el ejemplo lo pone Dios. “Nosotros
amamos a Dios porque Él nos amó primero” (1 Juan 4: 19). ¿Tenía alguna razón
Dios para amarnos? Si pienso con el corazón humano diría que ninguna. Si pienso
con el amor que Dios me ha mostrado diría que Él me ama no porque tenga amor
sino porque Él es el amor. Así de fácil pero complejo de entender desde el
corazón humano. El amor desde las emociones es duda, desde la voluntad personal
de servir y agradar a Dios es acción y decisión. Para amar a todos los demás,
amigos y enemigos, nos basta el amor de Dios, no de los hombres. “Te basta con
mi gracia” (2 Corintios 12: 9).
Él nos amó primero. Entonces, ¿el primer paso lo
debo dar yo? No, el primero paso lo quiero
dar yo, no esperar a que alguien me muestre su amor, no esperar nada a cambio,
ni una pequeña motivación de afecto; no esperar que las emociones llenen mis
necesidades espirituales. El amor es una decisión, una voluntad de agradar a
Dios por encima de lo que estás haciendo en ese momento para agradarle.
Sin embargo aquí radica la esencia de este amor.
Existe una creencia humana de que si hacemos lo que a Dios le agrada seremos
herederos de la vida eterna. Y es cierto, pero, con qué motivación. Es decir,
¿hacer por hacer? ¿Qué nos enseña Dios acerca de esta forma de pensamiento? Lea
dos escrituras medulares, Santiago 2: 14-26, y 1 Corintios 13: 1-7. Y después
continúe con esta reflexión. ¿Qué le parecieron las escrituras? Hacer por hacer
no es suficiente, ¿cierto? Puedo asistir a los ancianos, llevar juguetes y ropa
a niños pobres, darle una moneda al limpia parabrisas, ayudarle a mi esposa con
el quehacer de la casa, cantar en el coro de la iglesia, compartir a otros a
Cristo, o escribir estas reflexiones… pero sin amor nada soy.
Jesús enseñó esta lección a un experto de la ley.
En Lucas 10: 25-37, Jesús mostró a este fariseo que no basta decir de labios
para afuera que amas a tu prójimo como a ti mismo. El amor que agrada a Dios
requiere de tu tiempo, paciencia, recursos, cuidados, atención, palabras,
alegría, talentos, etc., no para ti sino para los demás. El amor que enseña
Jesús es morir a ti mismo para llevar vida a tu prójimo. Echa un vistazo al
Antiguo Testamento. Abre tu biblia en Rut. ¿Qué hizo esta mujer? Simplemente
murió a sí misma por no dejar sola a su suegra. Le dio su vida. Lee Rut 1:
16-17. Esta mujer encarna el amor que describe Pablo en 1 Corintios 13. Si
vemos el mundo, ¿cuál es la relación actual entre suegras y nueras? “El que no
ama no conoce a Dios, porque Dios es amor” (1 Juan 4: 8). He ahí la respuesta.
¿Es posible que dos hombres se amen sin que el
corazón humano pervierta la fuerza y pureza del amor de Dios? Lea todo el
capítulo 20 del primer libro de Samuel, poniendo énfasis en los versos 17 y 41.
La amistad entre dos hombres va más allá de lo que muestra el mundo de tardes
de futbol o idas al cine o compartir éxitos y fracasos con amigos. Jesús eleva
el amor entre amigos con estas frase, “nadie tiene amor más grande que el dar
la vida por sus amigos” (Juan 15: 13). Jesús dice tres cosas: amor, grande,
dar. Es decir, el que da (no recibe) amor (de Dios, no del corazón humano) se
engrandece (se humilla a sí mismo). Cuando Jonatán fue muerto a filo de espada,
David le compuso un lamento donde decía “¡Cuánto sufro por ti, Jonatán, pues te
quería como a un hermano! Más preciosa fue para mí tu amistad que el amor de
las mujeres” (2 Samuel 1: 26). David y Jonatán se amaban con el mismo amor que
Jesús te tiene a ti y a mí.